jueves, 26 de diciembre de 2013

Día 79

30 de Agosto

8:30. Voy de camino en el metro. Lleno. Me miran un poco feo porque estoy escribiendo y eso parece molestarle a todo mundo.
Ando con unos lentes oscuros gigantescos. No logré pegar un ojo anoche… mm… en realidad si pegué un ojo, pero no sé por cuántos minutos y fue pésimo, un horror. No pretendo sacarme los lentes…

9:01. Estoy en la oficina. Mi hermano me ha dicho que no era necesario que viniese. Le expliqué que para mí, sí es importante hacer acto de presencia, pero que no hablaría. Eso lo dejaba a él. Estoy segura de que si abro la boca, sucederá algo terrible. No me siento capacitada para emitir opiniones, defenderme e incluso atacar a alguien.
- Hermano mío – dije controlando mi angustia, mientras esperábamos ser atendidos en el Hall de las oficinas -. Pase lo que pase, no quiero que jamás me dejes sola ¿me escuchaste?
- Ok – respondió en tono despreocupado.
- Me lo prometes… - insistí.
- Te lo prometo… - Claudio me quedó mirando con aires de sospecha.
En eso aparecieron las chicas que me saludaron afectuosamente. Aproveché de felicitar a Cristina y a Jocelyn por sus merecidos ascensos. Me contaron que por Isabel se habían enterado de lo de papá.
- ¿Por qué no me dijiste que tu papá estaba enfermo ese día que te llamé? - preguntó Carla.
- ¡Ah! me olvidé – mentí -. Tenía tanta cosa en la cabeza…
- ¿Pero está mejor? – preguntó Olguita.
- Si, si… mejor… - el nudo en mis estómago era horroroso.
- Sácate esos lentes, que pareces viuda – dijo Berenice.
- No. estoy bien con ellos. Anoche dormí mal y tengo mala cara...
- ¿Peor que la de siempre? No lo creo... - todas rieron.
- Gabriela… - me llamó Claudio. Acababan de entrar en la sala de reuniones los abogados de Arturo Mollins. Marcela me lanzó una mirada de odio horrible.
- ¿Y ese quién es? - intentó investigar Berenice.
- Mi hermano mayor…
- Y qué hace tu hermano mayor acá… no andará buscando pega ¿verdad? – dijo Cristina divertida.
- Hay un ambiente bastante enrarecido por aquí – no me extrañó ese comentario viniera de Jocelyn.
Justo en ese momento, escuché una voz muy conocida por mí. Me comenzaron tiritar las piernas, las manos, todo. El sudor nació en mi cuero cabelludo y temía gotear con maratonista, sin ser maratonista. No podía verlo… no.
La voz se fue acercando, rápidamente hasta donde estaba con las chicas.
- Buenos días señoras. – dijo Arturo junto a mi. Las chicas lo saludaron alegremente – Señorita Gabriela, me concedería…
- Señor Mollins – esa era la voz de mi bendito e idolatrado hermano mayor- . Mi representada no desea hablar.
- Gabriela… solo te pido cinco minutos – continuó Arturo casi en un susurro. Yo veía cómo las chicas se miraban entre ellas con verdadero estupor.
- Señor Mollins – dijo en tono firme Claudio - ¿podemos pasar a la sala para comenzar la reunión?
- Chicas… - les dije – lo siento, tengo que entrar. Nos vemos después ¿si?
- Gabriela… - dijo Arturo tomándome suavemente de un brazo – solo escucha lo que tengo que decirte. Nada de esto será necesario, solo hablemos y... por favor – Dios, sentía mi corazón hecho carne molida. Logré soltarme y seguir mi camino. Alcancé a ver que Arturo se llevaba una mano a la frente y hacía una venia de despedida a las chicas, que seguían mirando con algo de espanto, toda la escena.
En la sala, estaban mi amigo Mac enano, la abogada estirada, otro tipo que no conocía y al frente mío se había sentando Arturo. Por mi lado, estaba mi hermano y yo, que no me sacaba los lentes oscuros. Le daba un toque dramático a toda la situación. En realidad, pasé casi toda la jornada con los ojos cerrados. Aún si mirarlo, sentía que Arturo no apartaba la vista de mí.
- Bueno… - dijo mi amigo Mac enano – esto será fácil y rápido. Por dónde comenzamos…
- Por la librería – respondió Claudio, mirándome. Acepté.
- Bien… qué ha decidido – dijo la abogada estirada.
- Venderemos – contestó mi hermano. Creo que a él le dolió decir eso tanto como a mí escucharlo – . Por el monto que ofrecen ustedes. Pero requerimos que nos den al menos dos semanas para sacar todo lo que hay en el local.
- Imposible. Tienen hasta el último día hábil de este mes para sacar todas sus cosas – dijo la estirada.
- Marcela – dijo Arturo –, concédeles un mes.
- Pero Arturo…
- Marcela, por favor… - Arturo no dejaba de mirarme.
- Está bien. Arturo les ha dado un mes. Pero ni un día más. No pueden venir acá después a solicitar más tiempo.
- Sigamos con lo del departamento – continuó mi amigo Mac enano con algo pegado en su fea cara, que me pareció que era una sonrisa – ¿apelaran o aceptaran el fallo?
- No apelaremos – dijo mi hermano, otra vez mirándome -. El departamento es del Señor Mollins.
- Gabriela, - intervino Arturo acercándose a mi - no es necesario esto… si tan solo me dieras cinco minutos…
- Señor Mollins, mi representada no desea hablar.
- Arturo ¿qué haces? - le dijo la estirada, como llamándole la atención.
- Gabriela – siguió Arturo sin prestar atención a los abogados - ¿llevarás todo esto hasta el límite? Cinco minutos, por...
- Ya que la señorita Gómez asistió - interrumpió mi amigo Mac enano -, podremos firmar los papeles en este momento.
- Perfecto - dijo Claudio.
Le pasaron un montón de papeles a mi hermano, los cuales revisó rápidamente. Yo solo me armaba de paciencia. Arturo no me sacaba los ojos de encima.
Cuando Claudio dio el visto bueno, me pasó los papeles y un lápiz para que firmara. Yo tenía los ojos tan llenos de lágrimas que apenas podía ver la línea donde tenía que firmar.
Cuando estampara mi firma perdería todo, todo en mi vida. Todo lo que más había amado.
Firma… firma y más firmas. Y mi destino quedó sellado.
La estirada recibió los papeles con el rostro triunfante.
- Es la mejor decisión que pudieron tomar. Es lo más fácil y mejor para todos… pudieron perder todo e irse con una mano por delante y la otra por detrás.
- ¿Fácil? – dije abriendo por primera vez mi boca – Qué sabe usted de tomar decisiones fáciles o difíciles. Qué sabe usted lo qué es lo mejor para todos. En esta mesa hay dos personas que han tenido que decidir por la salud de un ser que aman. No me vengas a hablar de facilidad o lo mejor para todos, cuando lo único que has perdido es la posibilidad de casarte con el millonario de tu jefe… no me escupas tu triunfo en mi cara, ni en la de mi hermano. No toleraré que nos insultes…
- Gabi… - me interrumpió mi hermano tomándome una mano -. Ya está… vamonos…
- Señores… - dijo Arturo – podrían dejarme a solas con la señorita Gabriela… su hermano se puede quedar. Y déjenme esos documentos también.
Salieron todos los abogados a regaña dientes. Marcela se lo había quedado mirando y luego le susurró “No se te ocurra hacer una estupidez, Arturo”. Medianamente, asustados de dejar los papeles recién firmados. Nos quedamos solo los tres.
- Claudio – comenzó -. Te seré honesto. Tengo mucho que explicarle a tu hermana, pero ella se niega a escucharme… No quiero que esto suceda. Nada de esto es necesario, tengo otra solución para toda esta... estup... todo este embrollo. Yo no quiero perder… – se interrumpió y me quedó mirando - Gabriela… - dijo en un tono que solo yo pude escuchar.
- Señor Mollins… - dije con lo que me quedaba de energía. Saqué los papeles que había estado escribiendo durante la noche y se los pasé.
- ¿Qué es esto? – me preguntó.
- Mi carta de renuncia. Hay copias para usted, para Isabel, para…
- No te acepto la renuncia…
- Copias para Jeremy y para don Víctor. Me la acepte o no, me iré igual de esta empresa.
- No puedes irte así como así, Yiyi… no puedes, debes… maldita sea... sentemos a conversar y…
- Arturo… - dije con calma – por lo poco que tuvimos juntos. Solo te quiero pedir una cosa.
- Lo que quieras Yiyi – dijo en tono de súplica -… pídeme lo que quieras y te lo daré…
- Déjame en paz. Aléjate de mi vida…
- No puedo. Haber esperado tanto para que aparecieras y... ahora.. ¿esto? ¿perderte así? - dijo mientras se mordía el labio y se comenzaba a acercar a mí – Yiyi, por favor, hablemos. Solo hablemos una vez más y...
- ¿Todo esto era la sorpresa que me tenías preparada?
- ¿Qué? No... no, no, no... claro, que no...
- ¿Qué más quieres de mí? - dije intentando contener la rabia que sentía.
- Te quiero a ti. Siempre te he querido solo a ti...
- ¿Todo esto ha sido tu forma de demostrarlo?
- Yiyi, eres injusta. Yo...
- ¿No te bastó con quitarme todo?
- Amor, es tuyo... tengo el poder para romper todo este papeleo y todo será tuyo nuevamente...He seguido con esto adelante, para lograr verte e intentar convencerte. No me hablas, no contestas mis llamadas, no sé nada de ti... fue lo único que sentí que podría darme una oportunidad. - por alguna razón mi cabeza no cabía el diálogo, ni la comprensión, solo había preguntas y cuestionamientos.
- Arturo... te acostaste conmigo por una librería y un departamento ¿qué esperas que piense de ti?
- Que te amo...
- Lo siento... - sentí como si un punzón se clavara en medio de mi pecho -, pero me es imposible amar a alguien en quién jamás podré confiar.
No pude contener más las lágrimas. Por mucho esfuerzo que hiciera, un par logró abrirse paso machacando mi ego y rodando pesadamente por mis mejillas.
- Solo quiero ser feliz... - dije bajando la cabeza, a la vez que apretaba los labios para darme algo de fuerza – Estoy cansada, Arturo. Siempre, todo mundo, me pide cinco minutos para explicarme las razones por las me hace las cosas feas que me hace. Pero... ya no quiero más... solo deseo algo de paz. Me siento agotada de que en realidad... nadie me vea y solo se empeñe en aplastarme.
- Yiyi... siempre te he visto. Siempre has estado frente a mis ojos - replicó Arturo mientras seguía su decidido avance hacia mi.
- Solo quiero que me dejes ser feliz... muy lejos de ti...
- Señor Mollins – dijo mi hermano deteniendo el avance de Arturo. Yo me había volteado para que nadie viera cómo seguían cayendo mis lágrimas -. No sé lo que pasó entre usted y mi hermana. Pero creo que debe hacer lo que ella le está pidiendo.
Claudio caminó hacía mi y me tomó de los hombros.
Cuando estuvimos afuera del edificio, sentía mi corazón literalmente partido en dos. No podía sacarme el rostro de Arturo de la cabeza. No existía aire, ni vidas suficientes para volver mi alma a su estado normal.
- ¿Quieres ir a beber algo hermanita?
- No, solo sácame de aquí. Sácame de acá por favor, te lo suplico… - exclamé mientras seguía agradeciendo al cielo a Jackie Kennedy por haber puesto tan de moda, el mejor invento para las tragedias: los lentes oscuros XXL.
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Siguiente entrega: VIERNES.
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8 comentarios:

  1. Yiyi!! Sigo enojada contigo!! Definitivamente para ti es mas fácil ser víctima que escuchar solo escuchar!! En fin mañana nos seguimos leyendo!

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  2. Aaishhhhhh, qué cabezota que eres Yiyi, eres más terca que una cabra!!!!! Bueno realmente cuando el corazón está herido no hay explicaciones que valgan.... solo espero que esta desición que has tomado no te pese más adelante. Hasta mañana terca Yiyi.

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  3. Yiyi que decir solo que debiste darle la oportunidad a AM se lo merecia el fue honesto. Espero no sea tarde y se aproveche la abogadita y se quede con el

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  4. pobre arturo que cabezota que es yiyi

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  5. Ay Yiyi todps te atacan pero la verdad es q yo te entiendo o por lo menos trato.... Las explicaciones sobran cuando eatas herida... Confiaste g te volvieron a dañar... Asi como nos leemps mañana

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  6. PORQUE NO HABLAR CON ARTURO, SI YA ESTABA DECIDIDA ACASO HABLAR CINCO MINUTOS CAMBIARIAN LAS COSAS, COMO SABER SI ARTURO LA TRAICIONO ?

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  7. En realidad lo que yiyi debiera preguntarse es si ella tiene alguna posibilidad de ser feliz lejos de AM?, creo que no es problema de que el la deje ser feliz, sino el eje es si ella puede ser feliz con lo que le esta pidiendo...
    hablar sinceramente y no cerrarse en banda, tienen mas posibilidades para derrumbar las barreras emocionales, y el tema puntual es porque se siente tan cómoda en el lugar de victima?, esto no la lleva a elegir personas que siempre la dañan?, o por lo menos a involucrarse en situaciones donde no puede defenderse o termina siendo dañada... Todo el espíritu positivo que tiene Yiyi termina siendo absorbido por la baja autoestima que tiene de si misma y sus posibilidades cuando se trata de lo que a ella le interesa. Su capacidad de leer adecuadamente a las personas y situaciones cuando son ajenas se bloquea cuando se encuentra involucrada, básicamente por su vision de si misma. Siendo tan independiente, debiera darse la oportunidad de verse a si misma como lo que es.

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  8. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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