miércoles, 18 de septiembre de 2013

Capítulo 25

15 de mayo
16:45. Hay un viejo dicho que reza “Para una madre no hay hijo malo, a lo mucho desgraciado”… creo que yo no soy la excepción y sino la regla. Soy una persona que goza de una suerte realmente muy desgraciada.
Quiero que quede claro que no me estoy victimizando, es solo una verdad demasiado contundente. Paso a contar la espantosa situación por la cual estoy pasando…
Resulta que ayer sábado, Claudio llegó muy temprano con la camioneta para proceder al traslado de mis cosas al departamento… mm…
Eran las 9:00 AM y con mis padres estábamos acarreando todas las cosas. Principalmente mi cama, y menudencias personales. Pensábamos que el resto de las cosas podríamos irlas llevando de poco a poco.
A eso de las 14:00 PM por fin terminamos de subir todo. Y nos dispusimos a almorzar, para después emprender el vuelo.
A las 15:00 subí al auto con papá. En el camino me contó los pormenores de la librería. Me contaba que la empresa inmobiliaria les está poniendo trabas y más trabas. Dice que al resto de los locatarios les ha dado tres meses para firmar el documento de venta, sino tendrían todas las de perder con la empresa constructora. Papá dice que no sabe si su salud soportara todos los embates que se vienen. Yo lo entiendo, no quiere perder la librería y honestamente yo tampoco deseo que eso suceda.
Mi padre me ha pedido que lo ayude haciéndome cargo de la librería. Pero ¿con qué tiempo?... me dice que solo será de papel, dice que yo me sé imponer más y todas esas choradas y que así no estará tan solo. Le respondí que la librería era de él aún, pero si requería más de mi presencia solo tendría que habérmelo pedido antes.
Bueno… cuando íbamos cerca del cerro Santa Lucía, cortamos el tema y a mi se me puso un nudo en el estómago de pura emoción.
Al llegar al edificio había un camión, que parecía haber llegado hacía solo cinco minutos antes. La gente que descargaba comenzaba a bajar del vehículo. A mi me pareció emocionante no ser la única nueva en el edificio. Demás que podría estrechar algún lazo con la o las personas recién llegadas… uf… me acuerdo y me dan ganas de arrancarme la cabeza…
La cosa es que yo le dije a papá que me esperara un rato, antes de comenzar a subir las cosas. A mi, se me ocurrió primero subir al departamento para echar una ojeada y quizás ver si había que hacer un poco más de aseo antes.
Entré en el edificio, subí por las escaleras y cuando llegué al departamento me llevé una enorme sorpresa. Había un hombre muy alto, vestido de jeans y camiseta color azul piedra, parado con unas cajas buscando algo. De pronto se dio vuelta y casi me muero de espanto al ver que tenía en frente a… Arturo Mollins. Me habría caído por las escaleras de no haber estado agarrada… me parece que a él le paso algo similar, porque se puso blanco como papel al verme.
-Hola… pero qué sorpresa – dije.
-Si, vaya que sorpresa…
-Si… ¿vienes a visitar a alguien? – pregunté
-No… vivo acá… hoy me estoy cambiando…
-Ah… en serio… ¿en qué piso?…
-Pues… en este mismo… ¿y tu? - debo decir que ese piso solo tiene dos departamentos, el mío y el del vecino de enfrente.
-Mm… pues yo también vivo acá… y en este piso…
-No me digas… seremos vecinos… - dijo sonriendo.
-Así parece… ¿ese es tu departamento…? - le pregunté apuntando al de enfrente.
-No… es este… - dijo apuntando el mío.
-Jajaja… qué gracioso… - reí yo y él se puso un poco más serio.
-No, es en serio… mi departamento es ese y… mm… al fin he encontrado las llaves…
-Imposible – dije muy seria – me estás agarrando el pelo…
-No… ¿Por qué crees que haría eso?
-Por que ese es mi departamento… - dije absolutamente contrariada.
-Te equivocas… - reiteró él – yo firmé el fin de semana pasado…
-Yo también firmé el fin de semana pasado… – sentía que me estaba poniendo morada, que no me fluía sangre al cerebro. Como que me ahogaba y todo daba vueltas a mí alrededor…
Con Arturo Mollins nos quedamos mirando un par de segundos. Por un extraño impulso, nos lanzamos hacia la puerta al mismo tiempo, él introdujo la llave primero, giró la cerradura y entramos. Tuve el nefasto impulso de empujarlo fuera, pero no pude. En cambio él entró con las cosas que estaba cargando… y me quedó mirando fijamente.
-Creo, señorita Gabriela Gómez…  que debería llamar a su abogado inmediatamente… - dijo esto, mientras tomaba su celular y marcaba un número que de seguro era el de su abogado-, porque creo… que nos han estafado.

A eso de las 20:00 horas mi hermano, se paseaba como león enjaulado por el departamento y conversaba con sus contactos en forma frenética. Mientras, yo estaba acompañada de mi padre, muy cerca de la ventana, mirando el paisaje. Me tenía sujeta de una mano, creo que pensaba que me iba a tirar… mm…
Arturo Mollins, estaba al otro lado de la sala, con una mano sobándose el cuello, controlando las palabras de su propio abogado. Un tipo delgaducho, de cara enjuta, desbarbado y con una incipiente calva. Me recordaba a “mi amigo Mac”, pero en formato más pequeño. Se paseaba con el celular en la mano, hablando a diferentes partes.
Tanto mi hermano como el abogado de Arturo Mollins, acababan de tener una seria conversación, muy alejado de nosotros.
Se me hacía que nuestras caras debían ser horribles. Yo miraba a Arturo Mollins y ya no lo veía tan pálido, sino medio verdoso. Supongo que era de pura rabia. Yo, en cambio sentía mi cara ardiente, creo que debía estar roja-amoratada como si me hubiese comido un kilo ajíes cachos de cabra…
Nos pidieron los contratos que habíamos firmado, los estudiaron por largo rato y discutieron punto por punto. Luego nos sentaron uno al lado del otro para comenzar a interrogarnos… me sentía como en esas películas de Hollywood, esas donde te acusan de un crimen que no cometiste. Como en “El Fugitivo” o “los Sospechosos de Siempre”… a mi me dio el síndrome del pie loco. Arturo Mollins me miraba el pie como si fuera el mayor de sus rivales en ese minuto. Era horrible, porque no podía dejar de moverlo… a mi misma me enloquecía mi maldito puto pie…
Arturo había firmado el contrato solo minutos después que yo, el mismo día sábado, con la misma señora Guarenes… maldita vieja infeliz que nos vio la cara. Él había pagado el mismo día, con un cheque que fue cobrado el día lunes a primera hora. Yo cancelé durante la semana.
Mi papá contó que la había escuchado hablar por teléfono. En la conversación había mencionado que viajaría esa misma tarde a Argentina.
-Se fugó es mismo día – saltó Claudio –, en ese caso me contactaré con gente que ve el paso fronterizo hacia Argentina. Haré que investiguen ese movimiento.
-Pero pudo haber sido una treta – dijo secamente el otro abogado.
-Es posible, pero hay que investigarlo igual… Gabi, esto está muy complicado.
-Ni que me lo digas – dije sin creer lo que estaba pasando –. Claudio, dime que va pasar ahora…
-Ahora… no lo sé… el departamento es tan tuyo como lo es de este señor…
-¿Perdón? – saltó de pronto Arturo Mollins
-Si… ambos tienen exactamente el mismo contrato… en este momento no podríamos saber a quien timaron… esto Gabi…
-Pero yo firme primero – dije exaltada.
-Pero yo pagué primero – respondió Arturo Mollins. Nos quedamos mirando echando chispas uno en contra del otro.
-Por eso señores – se metió el otro Abogado –. El departamento es de los dos o de ninguno, esto hasta que se resuelva todo en un juicio… pero de eso puede pasar mucho tiempo… ya que primero hay una larga investigación. Así que ustedes deben decidir, quién se va, quién se queda o… si vivirán juntos –dijo esto último en tono gracioso, me pareció que se reía de la situación que estábamos viviendo.
-Pues yo… no me iré – replicó decidido Arturo Mollins –. Pagué por este espacio y no me parece correcto tener que salir… no pretendo pagar un hotel, si ya tengo esto… si la señorita Gómez desea compartir departamento, por mi no hay problemas. Mientras, ustedes abogados, deben comenzar mañana mismo con las acciones legales. Quizás el departamento siquiera es de ella…
Yo tomé aire profundamente y caminé hacia la ventana de nuevo. Me quedé mirando el parque forestal todo iluminado. No me lo podía creer. Pensé un rato en lo fastidiosa que me pone las cosas la vida cuando más feliz me siento. Es como una maldición. Había personas paseando a sus mascotas. Suponía que mucha gente, en ese preciso instante, estaba organizando una ida al Teatro o al Cine. Y yo allí, sufriendo una mala broma del destino.
-Hija… - me dijo suavemente al oído mi padre – volvamos a casa… veamos todo este embrollo más en calma, con una tasa de té y lo discutimos con tu hermano ¿Te parece?
-¿Irme papá?... – susurré. Tenía lo dientes tan apretados de rabia que apenas yo misma me podía escuchar - ¿Irme dices?... qué clase de futura dueña de librería crees que podría ser, si a la primera de cambio un maldito tacaño magnate que bucea en plata, me tira a su abogaducho de universidad privada y yo salgo huyendo como perro apaleado. Y todo porque simplemente siente que este espacio también le pertenece…
-Hermana… pero papá tiene razón… en la casa conversamos, hay mucho que ver en todo esto… no seas obtusa y hazle caso a papá…
-¿Obtusa?... ¿obtusa me llamaste? – dije sacando la mirada de una hermosa escena entre un perro labrador que jugaba con su dueño -… Claudio, tu y Mi amigo Mac han dicho que soy tan dueña como lo es… es… él – no me salía el  nombre de Arturo Mollins así que lo apunté – entonces, por qué yo tendría que irme con la cola entre las piernas y él se queda haciendo frente a toda la situación, como marcando territorio… ¿porque soy mujer?...
-No… yo solo…
-Bueno y qué ha decidido la damisela – interrumpió con ironía el abogado -, le podemos pagar el taxi…
-Primero… - dije respirando profundamente, intentado mantener la calma. Arturo Mollins se había puesto de pie y el abogado había dado un paso hacia atrás – odio que me interrumpan cuando hablo con mi familia. Segundo… si esto será un largo, largo proceso… le prohíbo que me vuelva a llamar “damisela”. Me llamo Gabriela Gómez. Por ser usted, puede decirme Señorita Gabriela Gómez. Y tercero… Yo compré este departamento entre otras razones porque tiene dos habitaciones. Así que… si me permiten… - tomé la maleta con mi ropa y me fui caminando hacia una de las habitaciones.
-Señorita Gómez… - me paró en seco el abogado – así no son las cosas…
-¿Perdón? Son de una forma cuando se siente con el ánimo de mofarse de nosotros por lo que estamos pasando, pero ahora que ambos afectados le tomamos la palabra, increíblemente… las cosas no son así… PARA MI – le escupí la ultima frase en la cara – Sabe qué… métase sus leyes por su mofletudo trasero caído y déjeme en paz… estoy cansada, y juro por Dios que si se me vuelve a cruzar en el camino, le voy a quebrar el cuello con mi maleta y luego lo voy a tirar por el balcón ¿me escuchó?... ¡Claudio! – grité.
-Hermanita… - respondió presuroso.
-Ayúdame a armar mi cama…
Entonces me metí en la habitación más grande, mientras veía que mi hermano detenía al Abogado de Arturo Mollins y le decía “Señor… no haga ni la prueba de provocarla, por que en serio que lo va a tirar por el balcón, no lo esta amenazando… se lo está advirtiendo… usted no conoce a mi hermanita cuando está enojada… ¡uf!”…
Cuando cerré la puerta, me deslicé lentamente con la espalda pegada a la muralla, hasta que caí sentada en el piso, con las piernas estiradas… en ese minuto recordé las palabras de mamá cuando la llamé para contarle lo que sucedía… “Lo sabía… era todo muy bello para ser cierto, hija ¿recuerdas que te lo mencioné?

Mientras armábamos la cama, Arturo Mollins y su abogado continuaron discutiendo la compleja situación. No éramos capaz de mirarnos a la cara… ya era más de media noche cuando terminé de desocupar la camioneta de Claudio.
Antes de marcharse todos y de quedarnos solos con Arturo Mollins, Claudio y papá dieron su última muestra de aprehensión ante la situación.
-Gabi, estás segura de lo que haces…
-No, no lo estoy… y dejen de preguntarle lo mismo, porque si lo vuelven a hacer les corto la lengua…
-Hija… y si este tipo es un violador, un asesino en serie o algo así… - susurró mi amado y sobreprotecto padre.
-No, papá… no lo es. Llámeme mañana y si no contesto, llame a la policía. Le doy una pista por anticipado de dónde podría tirar mi cuerpo… el Mapocho está a dos minutos. Les quiero pedir un favor… no le cuenten de esto a Polin – dije apuntando disimuladamente a Arturo Mollins con la cabeza -... ya saben cómo es…
-¡Uy! Si… está bien, Gabi…, y confío en que eres lo suficientemente violenta como para defenderte sola. Señor – dijo mi hermano dirigiéndose a Arturo Mollins – que pena lo que está sucediendo. Independiente de todo, es una desafortunada tragedia para ambos… en serio que lo siento muchísimo.
-Si, le agradezco la intención y también lamento habernos conocido en este tipo de situación – respondió el aludido lanzando un resoplido.
-Arturo – dijo mi amigo Mac enano – cualquier cosa no dudes en llamarme, te recuerdo que la señorita me amenazó, así que eso nos servirá en el juicio… podría intentar asesinarte en la noche, así que cierra la puerta con llave… - pero qué bicho les picó a todos de considerarme una asesina serial.
-Hunther… no será necesario… conozco a la Señorita Gómez de antes y no creo que haga eso…
-¿Qué se conocen de antes ha dicho? – preguntó mi hermano poniendo ojos de plato – y de dónde, Gabi… cómo no me lo has dicho antes…
-Es que… es… un poco extraño todo esto, Hermanito - respondí tragando saliva- … Resulta que el señor Mollins - dije conteniendo la respiración -…  es mi jefe…
Creo que jamás olvidaré el rostro de mi padre, mi hermano y de mi amigo Mac… lejos fue lo más gracioso de la tortuosa noche. Tanto Arturo Mollins como yo nos miramos por el rabillo del ojo con bastante diversión.
En realidad la situación era demasiado bizarra. Sólo a mi me podría haber sucedido algo así… solo yo podría estar durmiendo bajo el mismo techo con el hombre más deseado de la oficina y a la vez, ser mi enemigo más odiado… maldita sea… ¡JODER!... maldita sea mi puta suerte…

Hoy cuando desperté, eran cerca de las 11:00 y  tenía un horrible dolor de cabeza y de cuello, que se me estaba sumando a un espantoso dolor lumbar. Ya lo sé… es todo puro, puro, stress…
Había dormido pésimo. Cuando me levanté, me arrastré por la pieza y  logré encontrar mi peluda bata. A tientas di con un lápiz y me amarré el pelo. Lo único que deseaba era tener una noche normal, de felicidad total, en mi nuevo departamento. Pero no… el destino se reía de mí… no solo podía no tener un departamento, sino que los ahorros de mis padres y de toda mi vida se los podría haber robado la vieja Guarenes con su maldito novio joven.
Me metí como un zombie al baño. La ducha me hizo despertar y relajarme un poco. Al salir, me fui a lo que debería ser la cocina. Había olor a café.
Había bolsas plásticas y un calentador de agua enchufado.
-Fui a comprar algo para comer – dijo Arturo Mollins tras de mí. Vestía una camiseta blanca y un pantalón de buzo negro – ayer no comimos nada…
-No podría haber cruzado bocado tampoco…  pero hoy me comería las puertas si pudiera…
-Si yo igual…  compré Croisants, espero que te gusten, y café. Busqué el calentador… ¡ah! Tu celular ha sonado toda la mañana. Es mejor que contestes, es posible que sea tu padre creyendo que te corté en pedacitos. 
-Gracias. Si, me gustan los Croisants… - dije mientras me comunicaba con mi padre y le daba muestras de vida.
Nos sentamos en un improvisado comedor y procedimos a tomar un extraño desayuno. Entonces noté que no teníamos cucharas, ni azúcar, ni jarros en que tomar algo caliente. Yo me zampé un Croisant tan rápido, que no me había dado cuenta del hambre que tenía. De pronto, divisé una caja que decía “la caja de mamá”… qué infantil pensé.
-¿Es tu caja? – le pregunté
- No. Es tuya…
-Mm… quizás… aunque con la suerte con que andamos, no me extrañaría que fuera una bomba… - Arturo Mollins me sonrió.
Decidí echar un ojo. Había un paño y sobre este una nota que decía “Cabecita loca: Te vi tan entusiasmada guardando tus cosas, que sabía que se te había olvidado por completo que también debías comer en cuanto terminaras de desempacar todo. Te he puesto una merienda provisoria, para tu día siguiente. Que la disfrutes. Y no pelees con los vecinos. Un beso, tu madre. PD: el pan lo compras tu”. Era de mamá. Cuando revisé el contenido, vi que había azúcar, té, café, un pote de mermelada casera, dos paquetes de fideos, una salsa de tomates, un salero, una barra de chocolate, mi jarro y una cuchara. Dios mío… mi madre es una verdadera Santa.
Le llevé mi descubrimiento a Arturo Mollins y alabamos la sabiduría de mi bendita madre. Estoy segura que él agradeció tanto como yo el poder tomarse un tazón de café caliente y comer unos Croisants con mermelada casera.
-Qué se siente tomar desayuno con tu enemiga… - le pregunté mientras cuchareaba la mermelada.
-Yo no te veo como mi enemiga, cómo se te ocurre. Creo que es una situación muy desafortunada como dijo ayer tu hermano, pero no eres mi enemiga.
-¿No me ves como tu enemiga?... pero tu entiendes que yo me quedé a marcar territorio ¿verdad?
-Si, lo entiendo… ¿qué acaso me ves como tu enemigo? – replicó asombrado.
-Si… algo así… aunque estoy en conflicto, porque también eres mi jefe, y no sé cómo vamos a ver todo esto... mm… no estoy clara si debo odiarte.
-Anoche lo estuve pensando… me parece que sería bueno que hablara el tema con Isabel. Para que estén al tanto de nuestra situación.
-No será un poco peligroso.
-Por qué…
-Me podrían despedir…
-De eso se trata, de evitar ese escenario. No es culpa tuya este desaguisado. En todo caso, los despidos pasan por mi primero y yo no pretendo despedirte… no aún… - dijo con cara de risa.
-¡Oh! Que agradecida le estoy, señor A. Mollins…
Nos quedamos incómodamente callados. Arturo Mollins tomó un cacho de un croissants. Mientras le huntaba un poco mermelada rompió el silencio.
- Encuentro que has sido muy valiente. No creí jamás que tomaras la idea de Hunther.
- Tu Abogado es un idiota. Disculpa, pero es verdad - ¿valiente? ¿eso había dicho? -. No quiero perder el departamento y daré la pelea. - Arturo Mollins me miraba en forma extraña , mientras movía la cabeza afirmativamente.
- En todo caso Gabriela, agradezco que esta situación la esté pasando contigo y no con otra persona.
-Por…
-Mm… pues por que habría sido aún más incómodo. Creo que de haber compartido este mismo espacio con alguien distinto, habría preferido irme a un hotel. El destino no pudo ser más sorprendentemente acertado - dijo esto y desvió la mirada cuando yo lo quedé mirando con la duda pegada en cada poro de mi rostro. Para mi el destino tenía un sentido del humor que olía y tenía forma de excremento. 
El resto de la tarde nos quedamos arreglando las cajas y ordenando nuestras habitaciones. Llegamos a un acuerdo (el primero de quién sabe cuántos más), Arturo Mollins prestaría en forma provisoria su living y su comedor. Eso hasta que todo se solucione.
Yo preparé los fideos, los que se me recocieron y quedaron pegoteados. Pero bueno, al menos pasamos el hambre. Ahora en la tarde, él siguió ordenando sus cosas y yo decidí venir a echarme un rato a la cama, porque la espalda me está matando.
Pretendía dormir… pero no he logrado conciliar el sueño. Mañana será un día muy, muy extraño en la oficina.
Le di vuelta a lo que me dijo Arturo Mollins, sobre lo estar agradecido de pasar esto conmigo y no con otra persona. ¿Por qué lo habrá querido decir con eso?... ¿soy tan fea que nadie se sobrepasaría conmigo? o de estar la Cote o Isabel de Recursos humanos por ejemplo ¿él no podría haber contenido sus impulsos? ¿Eh? o me considera tan poca cosa que no me teme.
¡Uf!... ya es muy tarde… intentaré pegar un ojo. Al otro lado, no escuchó más movimientos. Seguramente Arturo Mollins ya debe estar durmiendo... mm… me pregunto cómo dormirá…
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3 comentarios:

  1. Buenisimo Yiyi, me encanta como escribes!!!!!!

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  2. Jajajajajajaja muy bueno este capítulo esperando que mañana sea rápido y que estos dos creo que se van a quedar juntitos

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  3. Ni en un millon de años me imagine lo que ocurrió!! jajaja, me encanta me rei muchisimo como siempre, impaciente por mañanaaaa jajaja

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